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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-16 01:53:54 Cuando Bobby tenía ocho años y viendo que no encontraba manera de alejar a su hijo del ajedrez, Regina Fischer optó por intentar encontrar algún otro niño de su misma edad que compartiese aquella intensa fijación, para que Bobby, al menos, no estuviese jugando siempre solo. Escribió una pequeña nota en la que preguntaba si alguna otra madre de la zona tenía un hijo con parecidas condiciones, y la envió a la sección de anuncios de un periódico local de Brooklyn. Cuando en la redacción del periódico recibieron la nota no la publicaron, porque sencillamente no sabían en qué sección incluirla, pero los trabajadores del diario —bastante sorprendidos por el extraño anuncio— pusieron a la atribulada madre en contacto con gente del mundo del ajedrez. Así, Regina Fischer supo que el maestro Max Pavey iba a ofrecer una sesión de partidas simultáneas en la ciudad, y que jugaría contra cualquier aficionado que quisiera anotarse sin importar la edad: quizá allí Bobby conocería a algún otro niño con el que compartir su afición.
Regina anotó a su hijo en la sesión de simultáneas; el pequeño Bobby llegó, ocupó su sitio y perdió a las pocas jugadas. Lloró amargamente por la rápida y fulminante derrota; de hecho después recordaría vivamente aquel momento como un acicate, un impulso para querer mejorar. Aquel día no conocieron a ningún niño de la misma edad, pero la sesión de simultáneas no terminó en vano: la insólita presencia de Bobby no pasó desapercibida entre la gente del mundillo y el presidente del Brooklyn Chess Club, Carmine Nigro, reparó en su actitud y creyó detectar ciertas condiciones en el pequeño. Habló con Regina Fischer, invitó a Bobby a anotarse en su club, donde podría practicar bajo supervisión, conocer a otros niños ajedrecistas, tener acceso a libros, etc. Él aceptó feliz la posibilidad de inscribirse en un verdadero club de ajedrez y Carmine Nigro se convirtió así en el primer entrenador de la vida de Bobby Fischer, aunque en esencia puede afirmarse que el jugador fue siempre fundamentalmente autodidacta.
Nigro creía en el talento de su nuevo pupilo y no era el único, aunque antes de los trece años Bobby no destacó particularmente ante los tableros, ni siquiera entre el grupo de jugadores de su edad. Es más, hasta cumplir los doce nunca fue considerado la mayor promesa de su generación de jóvenes ajedrecistas, ni mucho menos. No fue un niño prodigio especialmente brillante y su curva de aprendizaje fue, en un principio, relativamente lenta dadas sus enormes condiciones. Sin embargo, en el transcurso de poco más de un par de años, Bobby Fischer pasó de no llamar la atención entre los demás niños de su edad a situarse directamente entre los mejores ajedrecistas del mundo.
1956 fue el año en que el juego de Fischer explotó prácticamente desde la nada para hacerlo aparecer por primera vez en las revistas especializadas sobre ajedrez, no sólo del país sino de todo el mundo. Y la culpa la tuvo una de sus partidas más brillantes, la que hoy se suele recordar como “la partida del siglo”. Cuando cumplió los doce años, su juego empezó a progresar espectacularmente. Su amigo Ron Gross, que por lo general le había vencido casi siempre que jugaban (“Bobby no era mal perdedor; sólo volvía a poner las piezas sobre el tablero en silencio, era un luchador nato”) pasó unos meses sin verlo, y al reencontrarse comprobó sorprendido que ahora era Bobby quien le ganaba con facilidad a él. El pequeño Fischer empezó a escalar rápidamente en los rankings y súbitamente se convirtió en una promesa a tener en cuenta. Primero se convirtió en el campeón juvenil de los Estados Unidos con trece años recién cumplidos, siendo el más joven en conseguirlo hasta entonces (ningún otro jugador lo ha vuelto a lograr a tan temprana edad). Arrasó en la competición con un resultado de +8=1-1, es decir, perdiendo sólo una partida ante jugadores mayores que él.
Después, dada su emergencia como nuevo talento, pudo participar en un par de competiciones adultas de magnitud bastante aceptable, los torneos Open de EEUU y Canadá. En ambos obtuvo posiciones discretas, a mitad de la clasificación, pero que resultaban bastante impresionantes si tenemos en cuenta su edad. Naturalmente, su presencia en estos eventos despertaba la curiosidad de los demás participantes y de los aficionados que se habían acercado a seguir las partidas. No hasta el punto de convertir su figura en objeto de fascinación todavía, porque no era la primera vez —ni sería la última— en que jovencísimas promesas del ajedrez eran invitadas a torneos de cierta categoría. Su asistencia a dichos torneos no significaba necesariamente nada especial: muchos “niños prodigio” que habían pasado como invitados especiales por torneos similares no habían evolucionado adecuadamente y desaparecían luego sin dejar rastro en el ajedrez adulto. No obstante, se observó que su juego resultaba, si bien todavía inmaduro, apreciablemente sólido.
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Bobby Fisher y Magnus Carlsen tienen un punto en común, ambos fueron niños especiales, en cuanto a su gran inteligencia. A ellos en general les cuesta relacionarse con los demás niños y necesitan tener una educación dirigida. Carlsen tuvo un entorno familiar ideal y unos padres que se preocuparon en guiarlo en su proyección como el jugador profesional que es hoy en día. Fisher no tuvo nada de eso y ya de muy pequeño quedó atrapado por el ajedrez de la peor forma, y es posible que haya sentido la ausencia de su padre en el entorno familiar. Recordemos que vivía con su madre y su hermana y que la relación con la primera llegada su adolescencia iba a terminar en un cortocircuito. No parece normal que un muchacho de 16 años decida dejar el colegio y se independice para ir a vivir solo.
En la próxima entrega tendremos el relato pormenorizado de su repentina fama, teniendo tan solo 13 años va a producir una obra propia de un verdadero genio... |
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-17 01:37:42 Fischer llamaba también la atención por su figura. Era un muchacho delgado, de aspecto inquieto pero más bien callado, que mientras se sentaba ante el tablero solía juguetear nerviosamente con una medalla de identificación médica que su madre solía hacerle llevar al cuello; aquella manía de dar vueltas a la chapita metálica entre sus dedos se acentuaba cuando iba perdiendo o se hallaba ante una posición complicada. Llevaba el cabello cortado a tijera, evidentemente no por ningún peluquero profesional, y vestía con ropa visiblemente barata y desgastada. Su origen humilde, económicamente hablando, saltaba a la vista, y eso era algo que como supimos después lo avergonzaba bastante. En el futuro Bobby fue muy reacio a hablar de las condiciones más bien precarias en que habían crecido su hermana y él, aunque gente de su entorno afirma que no desconocía la experiencia de irse a dormir sin haber tenido apenas nada que cenar. En la América boyante de los años cincuenta, la figura de aquel chiquillo pobretón de Brooklyn despertaba intensas simpatías entre los asistentes a los torneos. Su pobreza, unida a su inmenso talento, lo convertían en un personaje novelesco.
Tras su aceptable paso por los Open de EEUU y Canadá, la manera en que su posición en los rankings estaba creciendo a pasos agigantados hizo que lo invitaran a un torneo todavias más potente: el trofeo Rosenwald, en el que teóricamente sólo obtenían plaza los doce mejores ajedrecistas del país. La puntuación de Fischer no lo situaba todavía en ese grupo de privilegio, pero estaba progresando con tal rapidez que los organizadores decidieron hacer una excepción y recibió una invitación especial para asistir al evento. Señal de que ahora sí se lo empezaba a considerar algo más que simplemente un adolescente prometedor como cualquier otro. Empezaba a ser visto como un pequeño fenómeno. Y él iba a responder, y de qué manera.
Fischer no obtuvo una puntuación demasiado descollante en aquel torneo, lo cual resultaba lógico dado el alto nivel medio de los participantes. El muchacho sólo ganó dos partidas y obtuvo algunas tablas, un resultado bastante más que digno si tenemos en cuenta el resto de nombres del plantel. Allí estaba el Gran Maestro Samuel Reshevsky, un antiguo niño prodigio en Polonia que había huido a los Estados Unidos para dominar el ajedrez norteamericano y que había sido uno de los poquísimos jugadores occidentales —si bien occidental de adopción— que había sido capaz de crearles alguna mínima inquietud a los soviéticos. También había otros jugadores muy potentes como Arthur Bisguier, Edmar Mednis, Donald Byrne, etc. Ver a un muchacho de trece años ante aquella constelación de grandes ajedrecistas nacionales era todo un espectáculo y lógicamente se convirtió en la atracción durante la celebración de las partidas: en torno a su mesa se reunían los demás jugadores, que pasaban frecuentemente a comprobar cómo le iba al niño. Toda esta interesante novedad se disparó al infinito y se convirtió en incrédulo asombro con una de las partidas jugadas por el pequeño Fischer, la partida que anunciaba la verdadera magnitud de su talento y que aún hoy sigue siendo una de las más difundidas y citadas de la historia del ajedrez.
En la octava ronda, Fischer se enfrentaba a Donald Byrne, un Maestro Internacional —hermano del Gran Maestro Robert Byrne— y como de costumbre había bastante expectación en torno a él, porque incluso cuando perdía resultaba obvio que tenía unas condiciones fuera de lo normal. El muchacho de Brooklyn ocupaba una de las últimas posiciones de la tabla, como era de esperar, pero la relativa solidez de su juego —al menos considerando su edad y su inexperiencia— había suscitado ya muchos comentarios altamente favorables entre bastidores. Sabían que el chico era un diamante en bruto, pero lo que nadie podía imaginar era lo que iban a presenciar en aquella nueva jornada.
Byrne, que salía con blancas, empezó a desarrollar sus piezas y durante unos cuantos movimientos jugó con cierta alegría, mostrándose condescendiente con su rival infantil, algo de lo que —francamente— resulta difícil culparle. El maestro renunció a enrocarse, dejando su rey al descubierto, confiando claramente en que dada su experiencia podría resolver sobre la marcha cualquier pequeña dificultad que su jovencísimo rival fuera capaz de plantearle. Una actitud imprudente aunque comprensible dadas las circunstancias… y por la que terminaría pagando un alto precio. Iba a convertirse en la primera de una larga lista de futuras víctimas del huracán Fischer. Como decimos, las primeras diez jugadas de la partida no trajeron nada de particular excepto este detalle de la confianza en sí mismo de un maestro consagrado frente a un escolar que aún llevaba colgando una medallita médica.
Pero ya tan pronto como en el decimoprimer movimiento comenzaron las sorpresas inesperadas. Fischer dejó un caballo indefenso en un extremo del tablero, en lo que a primera vista parecía un regalo a cambio de nada… pero Byrne no podía capturar la pieza, porque tras analizar el extraño “regalo” se dio cuenta de que haciéndolo se arriesgaba al desastre. Aquel sacrificio de caballo que Byrne no podía aceptar —según escribió después el campeón mundial Mihail Botvinnik, un “movimiento pasmoso y sensacional” y según el ajedrecista y famoso escritor especializado Fred Reinfeld “una de las jugadas más poderosas en la historia del ajedrez”— hizo que la partida adquiriese un súbito interés añadido. Apenas habían empezado a jugar y ya estaban pasando cosas extrañas sobre aquel tablero. Aquel chico sabía tender trampas demoníacas tan intrincadas como las de un maestro adulto. El talento de Fischer estaba gestando su propio Big Bang.
En las jugadas siguientes, Fischer comenzó a organizar un ataque que a los espectadores de la partida les parecía tan inconexo e incierto como intrigante. El niño logró su objetivo inicial de impedir que Byrne se enrocase para proteger a su rey. Si la undécima jugada, aquel sacrificio de un caballo, ya había despertado asombro y había regalado a los presentes un momento de espectacularidad digna de Hollywood, lo que estaba a punto de suceder iba a desbordar las posibles expectativas no ya de los asistentes al torneo, sino del mundo del ajedrez en pleno. Conforme avanzaba la partida, metido en inesperados problemas cuya naturaleza no acababa de entender, Byrne se esforzaba por defenderse del difuso pero amenazante plan de su insignificante adversario. Amenazó la dama de Fischer, pensando —como lo pensaban todos en la sala— que cualquier jugador, y muy especialmente un jugador tan joven, haría cualquier cosa por salvar a la más valiosa de sus piezas ofensivas.
Pero con su dama en peligro ante un maestro consagrado, el ajedrecista que aún acudía al colegio hizo algo que en aquel mismo instante nadie excepto él pudo entender. Renunciando a salvar a su dama como hubiera sido de esperar, movió un alfil en una jugada a primera vista sin mucho sentido, iniciando una de las combinaciones más famosas de la historia del ajedrez (y teniendo en cuenta de quién provenía y cuál era su edad, también una de las más geniales). Era tal la profundidad de la jugada, que ni siquiera los maestros que contemplaban el juego pudieron captarla. Los jugadores presentes intercambiaron miradas de perplejidad y decepción: ¡qué lástima! El niño lo había estado haciendo de maravilla pero finalmente había sucumbido a la presión y se había equivocado, entregando su dama a cambio de un ataque más bien incierto. Ahora, todo lo que Donald Byrne tenía que hacer para salir de apuros era capturar esa dama y sacar provecho de la superioridad de piezas.
Eso fue un juicio equivocado, emitido a primera vista por quienes contemplaban la partida pero no la estaban jugando. Pues Donald Byrne, el rival de Bobby, no respondió rápidamente a aquella jugada que a los espectadores les parecía tan clara. De hecho, pasó más tiempo del esperado pensando su siguiente movimiento, con el rostro contraído en una mueca de intensa concentración. El maestro estaba atónito: al buscar las implicaciones del extravagante movimiento de Fischer —un movimiento tan inesperado que lo había obligado a volver a analizar todo el tablero— él también lo había visto. Resulta difícil imaginar lo que sintió un ajedrecista importante en el irreal instante en que, ante sus propios ojos, un chiquillo de trece años desplegaba un plan de ataque no ya digno de un gran jugador, sino sencillamente de un genio con mayúsculas. Después de aquel movimiento de alfil, el tablero parecía haberse teñido completamente de negro ante los ojos de un atónito Donald Byrne.
El maestro descubrió que aceptar el insólito sacrificio de dama de su jovencísimo rival era una mala idea, pero que rechazarlo ¡era una idea todavía peor! De manera casi inexplicable, un jugador de prestigio internacional se encontró con que no tenía salidas buenas frente a un simple escolar que no llevaba pantalones cortos de milagro. Byrne, tras mucho meditar, optó por la opción menos mala, esto es, capturar la reina que su rival le ofrecía. Pero para entonces ya no había remedio: Fischer, sin importarle haber perdido su más importante pieza, inició una serie de jaques consecutivos con los que diezmó las defensas de su adversario, mientras los asistentes observaban completamente incrédulos al espectáculo, dándose cuenta de que aquella partida había estado escapando a cualquier concepto preestablecido. Byrne, aun entendiendo que iba a perder, no se rindió y siguió jugando… probablemente para que el joven Bobby pudiera lucirse llegando al jaque mate final, cosa que inevitablemente hizo.
Al terminar la partida, una vibrante excitación flotaba en el recinto. Todos eran conscientes de haber sido testigos de un momento único; ya podían intuir que lo que aquel endemoniado Bobby Fischer acababa de hacer sobre un tablero tenía tintes posiblemente históricos. Le hicieron reproducir la partida ante las cámaras y de hecho terminaría ganando el premio a la partida más brillante del torneo (no es que fuera una de las más bellas de aquella competición, ¡es una de las más bellas de la historia!). Al día siguiente, el analista de ajedrez de un periódico local tituló su crónica como La partida del siglo, nombre con la que se la conoce hasta hoy. No sólo por lo mágico de su juego —obviamente, a lo largo de todo el siglo XX hay otras muchas partidas candidatas a ese título— sino por el hecho de que no hubiese sido un Gran Maestro sino un mocoso de trece años el autor de semejante sinfonía ajedrecística.
Durante las semanas siguientes, distintos análisis de la partida comenzaron a circular por las publicaciones especializadas en ajedrez de todo el planeta. Era la primera vez en que el nombre Bobby Fischer se dejaba oír con fuerza en el mundillo: si bien obtener el campeonato nacional Junior a los trece años había sido un notable logro, no había sido algo digno de provocar resonancia mundial. Sin embargo, el que a su edad pudiese haber urdido una profundísima estrategia como lo había hecho frente a un jugador de alto nivel como Donald Byrne era ya harina de otro costal. Aquello era una demostración de un potencial inmenso.
En la URSS recibieron las primeras noticias sobre la partida con escepticismo. Sabiendo la desesperación de los círculos ajedrecísticos occidentales por romper la hegemonía de los maestros rusos, pensaron en un primer momento que todo podría tratarse de un simple “hype”. El típico caso de jugador joven y prometedor ante quien un maestro juega demasiado descuidadamente y pierde; lo de confiarse ante un muchacho brillante y terminar perdiendo le puede suceder a cualquiera. Tal vez trece años sea una edad muy joven, pero en ajedrez un error es un error y puede conducir a una derrota aun ante un niño, con tal de que éste domine medianamente el juego. Sin embargo, cuando los soviéticos leyeron la trascripción de la partida quedaban tan asombrados como los propios norteamericanos. Aquella partida era una auténtica joya, algo comparable a las creaciones más legendarias del pasado, algo que nadie podría producir por casualidad: un burro puede soplar una flauta por mera coincidencia, pero la coincidencia no le permitirá componer una ópera. La capacidad de análisis y el nivel de profundidad del plan empleado por Fischer iban muchísimo más allá de la simple anécdota de un jugador joven que había vencido a un maestro descuidado. Aquello era necesariamente la obra de un genio. El despliegue de visión y profundidad demostrado en aquellas jugadas eran impropios no ya de un adolescente, sino de la mayor parte de jugadores profesionales del mundo.
Como dijo el Gran Maestro soviético Yuri Averbach sobre sus impresiones tras leer y analizar la “Inmortal de Fischer”, cualquier escepticismo quedaba completamente anulado: “cuando vi la partida, supe que aquel Fischer tenía un talento verdaderamente diabólico”. Bobby Fischer acababa de entrar en la historia del ajedrez por la puerta grande, o más bien como elefante en cacharrería, dando un espectacular golpe de mano. Pero no sería el último de sus golpes. En los meses siguientes, el hijo de una enfermera separada, el prodigio de Brooklyn que había aprendido ajedrez con el folleto de unos “juegos reunidos”, iba a establecer marcas que tardarían décadas en ser igualadas y que en algunos casos quizá no lo sean nunca.
Byrne,Donald - Fischer,Robert James [D97]
New York Rosenwald New York, 1956
1.Cf3 Cf6 2.c4 g6 3.Cc3 Ag7 4.d4 0–0 5.Af4 d5 6.Db3 dxc4 7.Dxc4 c6 8.e4 Cbd7 9.Td1 Cb6 10.Dc5 Ag4 11.Ag5 Ca4 12.Da3 Cxc3 13.bxc3 Cxe4 14.Axe7 Db6 15.Ac4 Cxc3 16.Ac5 Tfe8+ 17.Rf1 Ae6 18.Axb6 Axc4+ 19.Rg1 Ce2+ 20.Rf1 Cxd4+ 21.Rg1 Ce2+ 22.Rf1 Cc3+ 23.Rg1 axb6 24.Db4 Ta4 25.Dxb6 Cxd1 26.h3 Txa2 27.Rh2 Cxf2 28.Te1 Txe1 29.Dd8+ Af8 30.Cxe1 Ad5 31.Cf3 Ce4 32.Db8 b5 33.h4 h5 34.Ce5 Rg7 35.Rg1 Ac5+ 36.Rf1 Cg3+ 37.Re1 Ab4+ 38.Rd1 Ab3+ 39.Rc1 Ce2+ 40.Rb1 Cc3+ 41.Rc1 Tc2# 0–1
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-18 21:16:08 Después de que su espectacular partida contra el maestro Donald Byrne hubiese recorrido las publicaciones especializadas de todo el mundo, haciendo que su talento en ebullición fuese entusiásticamente reconocido por varios de los más importantes maestros, hasta en la Unión Soviética, el todavía niño pensaba que era momento de dar el salto definitivo a la competición adulta. No ya sólo como invitado especial en algún que otro torneo, sino como participante de pleno derecho. No se trataba únicamente de un impetuoso deseo del siempre competitivo Bobby, sino que su ascenso en los rankings empezaba a respaldar su decisión. No quería seguir jugando ajedrez para niños. Porque, de hecho, no jugaba ajedrez para niños.
1957 fue el año en que se produjo ese salto. Aunque, eso sí, empezó participando una vez más en el Campeonato Junior de los EEUU, donde —como todo el mundo esperaba— volvió a arrasar. La organización del campeonato, por cierto, cometió el desliz de ofrecer exactamente el mismo premio que el año anterior: una máquina de escribir. Detalle que no hizo muy feliz a Bobb… ahora poseía dos mecanográficas exactamente iguales. Aquella sería la última ocasión en que Fischer se dejaría ver en una competición juvenil. Las competiciones juveniles se le habían quedado pequeñas, simple y llanamente.
Tras aquel segundo título junior empezó a centrarse únicamente en torneos adultos. Volvió al US Open, donde el año anterior había obtenido un aceptable resultado, aunque esta vez superó las expectativas y quedó clasificado en primer lugar. Ya por entonces había empezado a recibir invitaciones del extranjero —por ejemplo, se desplazó brevemente a Cuba para un torneo de exhibición— pero las declinó para poder inscribirse por primera vez en el Campeonato de los Estados Unidos, donde se enfrentaría a los doce mejores jugadores del país, algo a lo que ya tenía derecho gracias a su veloz avance en el escalafón. No había finalizado el colegio y ya competía por la corona nacional.
Durante años, el campeonato estadounidense había estado dominado por un pequeño puñado de nombres, las auténticas fuerzas vivas del ajedrez estadounidense: Larry Evans, Arthur Bisguier, Arnold Denker y muy especialmente el veterano Gran MaestroSamuel Reshevsky, principal dominador de los escaques americanos y uno de los escasísimos jugadores occidentales que había podido crear cierta inquietud a los todopoderosos soviéticos. Todos esos grandes jugadores iban a estar presentes en el Campeonato de 1957. Ahora Bobby ya no estaría rodeado de juveniles —aunque incluso entre los juveniles, él había sido el más pequeño— sino de campeones consagrados que en algún caso tenían incluso reputación mundial. Sin embargo, como se pondría de manifiesto muchas veces en el futuro, aquello era algo que lo preocupaba más bien poco. El enfrentarse al status quo nunca fue algo que lo intimidase ni siquiera a tan temprana edad. Ya se había demostrado a sí mismo que podía vencer a ajedrecistas consagrados; llevaba desde los ocho años derribando murallas para intentar ser cada vez mejor y aquellos prestigiosos nombres eran sólo nuevas murallas que intentar derribar. Asi que, lejos de acudir a aquella su primera gran competición acomplejado o acobardado, el muchacho flacucho de Brooklyn se presentó repleto de confianza en sí mismo.
Las previsiones en torno a su papel anticipaban una actuación “discreta”, en paralelo con la que había obtenido en el torneo Rosenwald del año anterior, el único evento al que había acudido que había sido —más o menos— comparable en magnitud. Por ejemplo, uno de sus inminentes rivales, Arthur Bisguier (que había ganado el título un par de años antes para volver a perderlo frente a Reshevsky) vaticinó: “Bobby debería finalizar ligeramente por encima de la mitad de la tabla. Es, muy posiblemente, el más dotado de todos los jugadores del campeonato, pero aun así no tiene suficiente experiencia en torneos de esta consistencia y fuerza”. Una previsión razonable, con la que probablemente todo el mundo hubiese estado de acuerdo.
Todo el mundo, excepto uno. Bobby Fischer llegó, vio y venció. Sin perder una sola partida (+8=5-0) y reduciendo a escombros el establishment ajedrecístico norteamericano, se proclamó campeón absoluto de los Estados Unidos. Fue, ni que decir tiene, el jugador más joven de la historia en conseguir semejante hazaña. Ya era oficialmente el mejor ajedrecista del país. Con ello, además, se ganaba una plaza para participar en su primera gran competición internacional, el Torneo Interzonal, donde los mejores jugadores profesionales de los cinco continentes peleaban por una oportunidad para disputar el campeonato mundial. Bobby Fischer había pegado una patada en la puerta de la élite, dispuesto a colarse entre los mejores.
Tenía catorce años.
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-19 02:04:28 Mientras recolecto el material que voy presentando no paro de sorprenderme, cómo de repente de la nada Fisher explota y en 1956 se hace famoso con esa célebre partida ante Byrne, y en 1957 eleva el nivel de sus resultados hasta obtener el título de campeón de Estados Unidos a los 14 años, un logro más que resonante. Es difícil buscar un paralelo en un jugador entrando en la adolescencia con semejante explosión, en un par de años pasa de ser un niño con proyección a campeón de Estados Unidos, relegando al legendario Samuel Reshevsky,y recordemos que tanto él junto a Najdorf supieron ser a principios de los 50 los máximos exponentes del ajedrez occidental y participaron de aquél célebre Torneo de Candidatos Zurich 1953.
Pero volviendo a Fisher, la gran conquista de ser campeón de Estados Unidos lo clasifica al interzonal a jugarse en Yugoslavia, por lo tanto hay que viajar y lo primero que pasa por mi cabeza es la gesta de su connacional Paul Morphy 100 años atrás, cuando en 1857 ganó el primer Congreso de Ajedrez efectuado en los Estados Unidos de Norteamérica, y ese logro resonante lo impulsó a viajar al viejo continente, donde se encontraban los mejores jugadores del mundo. En esa gira triunfal Morphy barrió con todos, incluso al alemán Anderssen, que era considerado el mejor jugador del mundo luego de abjudicarse el 1º Torneo internacional de Londres en 1851.
Fisher va a repetir esa hazaña, pero habrá que esperar unos cuantos años, pero vayamos de a poco, habíamos quedado que su inesperada conquista del torneo de los EEUU lo había clasificado para jugar el interzonal en Yugoslavia, por lo tanto tiene que viajar y no tiene dinero, entonces tendrá que resolver este primer inconveniente: “Iré aunque tenga que ser nadando”
Fue, curiosamente, un programa de televisión el que salió al quite. El tímido Bobby fue invitado al programa I’ve got a secret, haciendo una breve aparición en la que un concursante tenía que adivinar quién era Fischer y por qué estaba allí (el motivo, obviamente, era su precoz título de campeón nacional). La filmación es una pieza de museo, vemos al joven Fischer siendo él mismo, y no resulta difícil entender por qué despertaba simpatía entre los ajedrecistas adultos. Aparece en el estudio algo avergonzado pero pronto a sonreír, ligeramente fuera de lugar, y todavía lo rodea un aura decididamente infantil: los maestros que lo conocían, de hecho, siguieron viéndolo como un niño durante bastantes años, conociendo su inmadurez emocional. En la filmación, Bobby sonríe abiertamente cuando alguien de entre el público le jalea por ser de Brooklyn, y da las gracias asombrado cuando le entregan por sorpresa los billetes de avión para que su hermana y él viajen a Moscú, mientras el presentador dice “ha recibido una invitación para ir a Rusia y a Yugoslavia, y enfrentarse a los mejores jugadores del mundo en una competición internacional… lo único que ha prevenido a este joven de aceptar esa invitación es la falta de dinero para el transporte, lo cual es comprensible. Creemos que sería una vergüenza que un americano haya de perder por no presentarse”.
http://www.youtube.com/watch?v=t7JcwOJADf8
También se hace mención que en 1957 Fisher hace una gira por Cuba, y es la Cuba del dictador Batista, que será derrocado el 1º de Enero de 1959 por Fidel Castro, entrando la guerra fría en uno de los momentos más tensos…
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-20 20:37:02 Bobby y Joan Fischer viajaron finalmente a Moscú. En una nación donde el ajedrez era tan popular y sus campeones eran considerados ídolos, un prodigio como Bobby sólo podía despertar curiosidad e interés. El aprecio de los soviéticos hacia el ajedrez podía ser en parte producto de la propaganda, pero era un aprecio sincero y también fue sincero el aprecio que mostraron hacia Bobby. Además, sabían que Fischer había crecido admirando a los ajedrecistas soviéticos y aprendiendo de ellos, estudiando sus libros y repasando sus partidas, así que —deportivamente hablando— los rusos lo consideraban casi como un hijo adoptivo. En Moscú fue recibido con los brazos abiertos, tratado como una verdadera celebridad y agasajado con multitud de oropeles que, todo sea dicho, a Bobby lo aburrían sobremanera. El que le presentaran a asrtistas, estrellas del fútbol o el que lo pretendieran invitar al ballet Bolshoi le fastidiaba bastante. Él sólo quería jugar al ajedrez y conocer a los grandes maestros. Se sintió especialmente molesto porque no le presentaron al entonces campeón mundial Vasili Smyslov. Siendo como era el campeón de los Estados Unidos, no entendió por qué tenía que conocer a tanto futbolista y tanta celebridad, y no al campeón soviético. Pensó que aquello suponía una cierta falta de respeto profesional y, aunque sabemos que era muy susceptible, no le faltaba algo de razón.
De hecho, en cuanto pudo liberarse de compromisos molestos, Bobby se “encerró” en el club de ajedrez de Moscú para jugar partidas rápidas (“blitz”) de la mañana a la noche contra jóvenes promesas rusas, mientras su hermana Joan visitaba museos, acudía al teatro y paseaba por la ciudad. En aquellas jornadas moscovitas, Bobby arrasó sobre el tablero a la flor y nata de los jóvenes jugadores soviéticos. Era tal su superioridad que, aunque se trataba de partidas amistosas, la federación rusa terminó llamando a Tigran Petrosian, un temible jugador de veintinueve años —futuro campeón mundial, nada menos— para que le parase los pies a aquel quinceañero que estaba humillando a las nuevas generaciones del país. El poderoso Petrosian, claro, puso fin a la racha del inexperto Bobby. Aun así, Fischer se las arregló para conseguir ganarle algunas partidas al gran y experimentado Tigran; el ajedrez rápido o “blitz” siempre fue una de las especialidades de Bobby. Es más; muchos años después, asombró a algunos de sus antiguos contrincantes soviéticos cuando demostró que ¡podía recordar al dedillo varias de aquellas partidas!
Tras su paso por Moscú, Bobby se dirigió a Yugoslavia para disputar el Interzonal. Lo que Fischer iba a encontrar allí no tenía nada que ver con el nivel de la competición norteamericana. En EEUU había varios muy buenos jugadores, pero como hacíamos notar más arriba, sólo Reshevsky había estado verdaderamente entre los punteros del mundo hasta el punto de plantar cara a los soviéticos.
En Portoroz, excepto el campeón mundial Smyslov y su máximo rival, el tres veces campeón Mikhail Botvinnik (ambos se estaban jugando la corona en un match de revancha, porque el primero había destronado al segundo) estaría presente una buena representación de lo mejor del planeta. Empezando por un abrumador cuarteto soviético, encabezado por el nuevo fenómeno de veintidós años Mikhail Tal (el gran artista del tablero, un talento genial quizá comparable al de Fischer y que en un par de años obtendría el título mundial) y los pesos pesados Petrosian, Averbach y Bronstein, además del húngaro Benko y el yugoslavo Gligoric. Junto a ellos, otro buen número de experimentados ajedrecistas de los cinco continentes. El objetivo era quedar clasificado entre los seis primeros de la tabla, para poder participar más adelante en el Torneo de Candidatos, en el que se decidiría quién iba a disputarle el título al que ganase la revancha entre Smyslov y Botvinnik.
Bobby, francamente, había llegado ya todo lo lejos que la lógica dictaba que podía llegar. Ya resultaba suficientemente increíble que hubiese dominado el ajedrez norteamericano a su edad y sin prácticamente experiencia alguna en la alta competición, pero plantarse entre los seis primeros clasificados del Interzonal era una hazaña impensable. No sólo era cuestión de talento, sino de bagaje, de conocer cómo funcionaba un evento similar y de ser capaz de dominar la presión, los nervios, etc. Además, era la primera vez que jugaba un torneo internacional importante, fuera de su país, y siendo —cómo no— el foco de atención (¡un quinceañero en el Interzonal, rodeado de los mejores Grandes Maestros!). Todo aquello, por fuerza, tenía que venírsele encima. Además nadie consideraba que su ajedrez estuviese lo bastante maduro como para hacer frente a los desafíos de este nuevo nivel de competición. Nadie creía en las posibilidades de Bobby. Excepto, una vez más, él mismo.
No debemos pensar que sus esperanzas eran irrealistas. Como diría Kasparov más adelante, Bobby podía tener muchas ideas equivocadas sobre el mundo y sobre la vida, pero ante un tablero de ajedrez, y desde muy joven, era sencillamente clarividente. Él mismo era consciente de la dificultad de la tarea, pero hizo sus cálculos: si conseguía vencer a algunos de los jugadores menos fuertes —a fin de cuentas, ya había batido a algunos maestros norteamericanos— y al mismo tiempo conseguía empates contra varios de los más peligrosos, podría reunir suficiente puntuación como para aspirar a la clasificación. Pero, ¿quién más podía creer en aquel plan? Por mucho talento que tuviese Fischer, y estaba claro que lo tenía, los mejores jugadores del mundo (y muy especialmente los rusos) iban a ocasionarle unas cuantas derrotas. Pues bien: para asombro del mundo del ajedrez en pleno, Fischer obtuvo un resultado de +6-2=12, perdiendo sólo dos partidas (¡consiguió obtener tablas frente a los cuatro Grandes Maestros soviéticos!). En la clasificación final, quedó empatado en el 5º-6º puesto con el islandés Olaffson —uno de los dos únicos jugadores que lograron batirle en el Interzonal— y sólo por detrás de los super-pesos pesados Tal, Gligoric, Benko y Petrosian. Jugadores, periodistas y espectadores estaban atónitos, Como dijo el soviético Averbach: “en la batalla sobre el tablero, este joven —casi un niño— se mostró como un luchador con todas las de la ley, demostrando una asombrosa compostura, un cálculo preciso y unos recursos diabólicos”. Y, aunque parezca mentira, Bobby no quedó contento con aquel quinto puesto. Pensó que podía haber aspirado a más.
De todos modos, con aquel quinto lugar y por improbable que hubiera parecido antes de empezar el torneo, el joven norteamericano quedaba clasificado para el Torneo de Candidatos. Así, Bobby Fischer se convertía en uno de los diez mejores jugadores del mundo y obtenía automáticamente el título de Gran Maestro. Tenía quince años, seis meses y un día; el Gran Maestro más joven que el mundo había visto.
Allí terminaba su infancia ajedrecística y comenzaba una carrera profesional repleta de imprevistos, desplantes, abandonos, polémicas, revuelo mediático y político, un nuevo estilo de ajedrez que maravilló a propios y extraños, y sobre todo un aura de leyenda que —para bien o para mal— lo convirtió en uno de los personajes más emblemáticos del siglo XX.
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-20 20:56:34
01.Mikhail Tal------------------------13.5/20
02.Svetozar Gligoric----------------13.0/20
03.Tigran Petrosian-----------------12.5/20
04.Pal Benko-------------------------12.5/20
05.Fridrik Olafsson------------------12.0/20
06.Rober Fischer--------------------12.0/20
07.David Bronstein------------------11.5/20
08.Yuri Averbakh--------------------11.5/20
09.Aleks. Matanovic-----------------11.5/20
10.László Szabó----------------------11.5/20
11.Ludek Pachman-------------------11.5/20
12.Oscar Panno-----------------------11.0/20
13.Miroslav Filip----------------------11.0/20
14.Raúl Sanguinetti------------------10.0/20
15.Oleg Neikirch-----------------------9.5/20
16.Bent Larsen-------------------------8.5/20
17.James Sherwin---------------------7.5/20
18.Héctor Rossetto--------------------7.0/20
19.Rodolfo Cardoso-------------------6.0/20
20.Boris De Greiff---------------------4.5/20
21.Géza Füster-------------------------2.0/20
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-20 23:22:34 Hola Oscar, hemos llegado a Portoroz, y tenemos un Fisher de 15 años que ha jugado este interzonal para clasificar al Torneo de Candidatos el año próximo, una hazaña difícil de medir, teniendo en cuenta que es su primera experiencia internacional. Llegó con lo justo, ya que por sistema quedó en 6º lugar.
He visto las 20 partidas que jugó Fisher y su repertorio era el siguiente: con blancas salió siempre con peón rey, y en la gran mayoría jugó Rui Lopez y Siciliana, y con negras jugó Siciliana e India de Rey, muy de moda la variante Saemish (5.f3) en aquélla época.
Estas son las cuatro tablas que Fisher obtuvo con los GM soviéticos, todas partidas muy duras para el norteamericano, dos finales intensos contra Bronstein y Petrosian, contra Tal se salva por poco y aunque la partida contra Averbakh es corta también es muy intensa
Fischer,Robert James - Bronstein,David I [C92]
Portoroz Interzonal Portoroz (6), 1958
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 a6 4.Aa4 Cf6 5.0–0 Ae7 6.Te1 b5 7.Ab3 d6 8.c3 0–0 9.h3 Cd7 10.d4 Cb6 11.Ae3 Tb8 12.Cbd2 Af6 13.d5 Ca5 14.Ac2 Cac4 15.Cxc4 Cxc4 16.Ac1 c6 17.dxc6 Dc7 18.Ch2 Dxc6 19.Cg4 Ae7 20.Ce3 Ae6 21.De2 Tfd8 22.Td1 Cxe3 23.Axe3 a5 24.Ad3 a4 25.a3 Af6 26.Ac2 Esd5 27.exd5 Axd5 28.Dg4 Ae6 29.Dg3 Ac4 30.Ag5 Te8 31.Axf6 Dxf6 32.Td2 Tbd8 33.Tad1 Txd2 34.Txd2 h5 35.De3 Df4 36.De1 h4 37.Td4 Df6 38.De4 g6 39.Td2 Df4 40.Td1 Dxe4 41.Axe4 Rf8 42.Td7 Tb8 43.g3 hxg3 44.fxg3 Ae6 45.Td2 Re7 46.h4 f5 47.Ac2 Th8 48.Rf2 Ac4 49.Re3 Re6 50.Tf2 Rd6 51.Td2+ Re7 52.Tf2 Re6 53.Td2 g5 54.hxg5 Th3 55.Rf2 Th2+ 56.Re1 Th1+ 57.Rf2 e4 58.Ad1 Tf1+ 59.Re3 Te1+ 60.Rf2 Tf1+ 61.Re3 Te1+ 62.Rf2 ½–½
Averbakh,Yuri L - Fischer,Robert James [E74]
Portoroz Interzonal Portoroz (7), 1958
1.d4 Cf6 2.c4 g6 3.Cc3 Ag7 4.e4 d6 5.Ae2 0–0 6.Ag5 h6 7.Ae3 c5 8.d5 e6 9.h3 exd5 10.exd5 Te8 11.Cf3 Af5 12.g4 Ae4 13.Tg1 Cbd7 14.Cd2 a6 15.h4 b5 16.g5 b4 17.gxf6 bxc3 18.Cxe4 Txe4 19.fxg7 Dxh4 20.Rf1 cxb2 21.Tb1 ½–½
Fischer,Robert James - Tal,Mihail [C92]
Portoroz Interzonal Portoroz (12), 1958
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 a6 4.Aa4 Cf6 5.0–0 Ae7 6.Te1 b5 7.Ab3 0–0 8.h3 d6 9.c3 Cd7 10.d4 Cb6 11.dxe5 Cxe5 12.Cxe5 dxe5 13.Dh5 Dd6 14.Cd2 Ae6 15.Cf3 Axb3 16.axb3 Cd7 17.b4 Tfd8 18.Ag5 f6 19.Ae3 De6 20.Ted1 c5 21.Ch4 Af8 22.Cf5 g6 23.Dg4 Rf7 24.Ch6+ Axh6 25.Dxe6+ Rxe6 26.Axh6 cxb4 27.cxb4 Tdc8 28.Ae3 Tc4 29.Td2 Txb4 30.Tad1 Cf8 31.Td6+ Rf7 32.Tb6 Txb2 33.Tdd6 a5 34.Tb7+ Rg8 35.Txf6 Te8 36.Tff7 Ce6 37.Txh7 a4 38.Ta7 Ta8 39.Thg7+ Rh8 40.Th7+ Rg8 41.Thg7+ ½–½
Petrosian,Tigran V - Fischer,Robert James [A24]
Portoroz Interzonal Portoroz (13), 1958
1.c4 Cf6 2.Cc3 g6 3.g3 Ag7 4.Ag2 0–0 5.Cf3 d6 6.0–0 Cc6 7.d3 Ch5 8.d4 e5 9.d5 Ce7 10.e4 f5 11.exf5 gxf5 12.Cxe5 Cxg3 13.hxg3 Axe5 14.f4 Ag7 15.Ae3 Ad7 16.Ad4 Cg6 17.Te1 Tf7 18.Af3 Df8 19.Rf2 Te8 20.Txe8 Dxe8 21.Axg7 Txg7 22.Dd4 b6 23.Th1 a5 24.Cd1 Df8 25.Ce3 Tf7 26.b3 Dg7 27.Dxg7+ Rxg7 28.a3 Tf8 29.Ae2 Ce7 30.Ad3 h6 31.Th5 Ae8 32.Th2 Ad7 33.Th1 Th8 34.Cc2 Rf6 35.Cd4 Rg7 36.Ae2 Cg8 37.b4 Cf6 38.Ad3 axb4 39.axb4 Rg6 40.Ta1 Cg4+ 41.Re2 Te8+ 42.Rd2 Cf6 43.Ta6 Tb8 44.Ta7 Tc8 45.c5 bxc5 46.bxc5 dxc5 47.Cf3 Rf7 48.Ce5+ Re7 49.Cxd7 Cxd7 50.Axf5 Tf8 51.g4 Rd6 52.Axd7 Rxd7 53.Re3 Te8+ 54.Rf3 Rd6 55.Ta6+ Rxd5 56.Txh6 c4 57.Th1 c3 58.g5 c5 59.Td1+ Rc4 60.g6 c2 61.Tc1 Rd3 62.f5 Tg8 63.Rf4 Rd2 64.Txc2+ Rxc2 65.Rg5 c4 66.f6 c3 67.f7 ½–½
En estas partidas Fisher no juega muy bien las aperturas, en una puede revertir la situación y en la otra no
Fuster,Geza - Fischer,Robert James [E86]
Portoroz Interzonal Portoroz (2), 1958
1.d4 Cf6 2.c4 g6 3.Cc3 Ag7 4.e4 d6 5.f3 e5 6.Cge2 0–0 7.Ae3 c6 8.Dd2 Cbd7 9.d5 cxd5 10.Cxd5 Cxd5 11.Dxd5 Cc5 12.0–0–0 Da5 13.Dxd6 Ce6 14.a3 b5 15.Ad2 Da4 16.Db4 Tb8 17.Dxa4 bxa4 18.Ab4 Td8 19.Txd8+ Cxd8 20.Cc3 Ad7 21.Ad6 Ta8 22.c5 Cb7 23.Ab5 Axb5 24.Cxb5 Cxc5 25.Axc5 Tc8 26.Cxa7 Txc5+ 27.Rb1 Ah6 28.Td1 Rg7 29.g4 Ae3 30.h4 h5 31.gxh5 gxh5 32.Td3 Tc1+ 33.Ra2 Axa7 34.Td7 Ad4 35.f4 Tc2 36.Ra1 Td2 0–1
Benko,Pal C - Fischer,Robert James [E81]
Portoroz Interzonal Portoroz (4), 1958
1.d4 Cf6 2.c4 g6 3.Cc3 Ag7 4.e4 d6 5.f3 e5 6.Cge2 0–0 7.Ag5 exd4 8.Cxd4 Cc6 9.Cc2 Ae6 10.Ae2 h6 11.Ah4 g5 12.Af2 Ce5 13.Ce3 c6 14.0–0 Da5 15.Dd2 Tfd8 16.Tfd1 a6 17.a4 Dc7 18.a5 c5 19.h4 De7 20.hxg5 hxg5 21.Cf5 Axf5 22.exf5 g4 23.Ah4 Df8 24.fxg4 Cexg4 25.Axg4 Cxg4 26.Dg5 Cf6 27.Td3 Ch7 28.Dg4 f6 29.Cd5 Df7 30.Te1 Te8 31.Tde3 Te5 32.Ag3 Txe3 33.Txe3 Te8 34.Te6 Cg5 35.Txd6 Te4 36.Td8+ Rh7 37.Af4 Ah6 38.Td7 Te1+ 39.Rf2 Ce4+ 40.Rxe1 Dxd7 41.Dg6+ 1–0
Cuando no jugó India de Rey perdió, aunque las blancas desarrollaron un juego estupendo, y Olafsson jugó un final brillante.
Olafsson,Fridrik - Fischer,Robert James [D38]
Portoroz Interzonal Portoroz (11), 1958
1.c4 Cf6 2.Cc3 e6 3.Cf3 d5 4.d4 Ab4 5.cxd5 exd5 6.Ag5 h6 7.Ah4 c5 8.e3 Cc6 9.Tc1 c4 10.Ae2 Ae6 11.0–0 0–0 12.Cd2 Ae7 13.b3 g5 14.Ag3 Aa3 15.Tc2 Cb4 16.bxc4 Cxc2 17.Dxc2 dxc4 18.Cb5 Ab4 19.Cc7 Axd2 20.Cxe6 fxe6 21.Axc4 De8 22.Dxd2 Ce4 23.Dd3 Cxg3 24.hxg3 Tf6 25.De4 Tc8 26.Ab3 Dd7 27.Td1 Te8 28.f4 Dh7 29.De5 Df5 30.g4 Dxe5 31.dxe5 Tf7 32.f5 Tc7 33.Td6 Tc5 34.Axe6+ Rf8 35.Ab3 Tcxe5 36.Txh6 Txe3 37.Tg6 T8e4 38.Txg5 Tg3 39.Tg8+ Re7 40.g5 Te2 41.Ad5 Rd6 42.Af3 Txa2 43.f6 Re6 44.Te8+ 1–0
Esta es una muy Buena victoria
Fischer,Robert James - Larsen,Bent [B77]
Portoroz Interzonal Portoroz (8), 1958
1.e4 c5 2.Cf3 d6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 g6 6.Ae3 Ag7 7.f3 0–0 8.Dd2 Cc6 9.Ac4 Cxd4 10.Axd4 Ae6 11.Ab3 Da5 12.0–0–0 b5 13.Rb1 b4 14.Cd5 Axd5 15.Axd5 Tac8 16.Ab3 Tc7 17.h4 Db5 18.h5 Tfc8 19.hxg6 hxg6 20.g4 a5 21.g5 Ch5 22.Txh5 gxh5 23.g6 e5 24.gxf7+ Rf8 25.Ae3 d5 26.exd5 Txf7 27.d6 Tf6 28.Ag5 Db7 29.Axf6 Axf6 30.d7 Td8 31.Dd6+ 1–0
Y estas son las partidas de las dos últimas rondas, que fueron fundamentales para conseguir la hazaña. Con Cardoso es una partida loca, pero Fisher se las ingenia para estropear su estructura de peones y provocar el final. Y con Gligoric tiene que hacer uso de una buena defensa para aguantar ese vigoroso ataque
Fischer,Robert James - Cardoso,Radolfo Tan [B11]
Portoroz Interzonal Portoroz (20), 1958
1.e4 c6 2.Cc3 d5 3.Cf3 dxe4 4.Cxe4 Ag4 5.h3 Axf3 6.Dxf3 Cd7 7.Cg5 Cgf6 8.Db3 e6 9.Dxb7 Cd5 10.Ce4 Cb4 11.Rd1 f5 12.c3 Tb8 13.Dxa7 fxe4 14.cxb4 Axb4 15.Dd4 0–0 16.Ac4 Cc5 17.Dxd8 Tbxd8 18.Tf1 Td4 19.b3 Axd2 20.Re2 Axc1 21.Taxc1 Tfd8 22.Tfd1 Rf8 23.Txd4 Txd4 24.Td1 Txd1 25.Rxd1 Re7 26.Rd2 Rd6 27.Rc3 Cd7 28.Rd4 Cf6 29.a4 c5+ 30.Re3 g5 31.Ae2 Rc6 32.Ac4 e5 33.a5 h6 34.Rd2 h5 35.Re3 h4 36.Ae2 Rb7 37.Ac4 Rc6 38.Re2 Rb7 39.Rd2 Rc6 40.Re3 Rb7 41.Rd2 Rc7 42.g4 Rc6 43.Rc3 Ce8 44.b4 Cd6 45.Af1 cxb4+ 46.Rxb4 Cc8 47.Ag2 Rd5 48.a6 Ca7 49.Ra5 Rc5 50.Axe4 Cb5 51.Ag2 Ca7 52.Ra4 Cb5 53.Rb3 Rb6 54.Rc4 Rxa6 55.Rd5 Rb6 56.Rxe5 Rc7 57.Rf6 Cc3 58.Rxg5 Cd1 59.f4 Rd6 60.Rxh4 Re6 61.Rg5 Rf7 62.f5 1–0
Gligoric,Svetozar - Fischer,Robert James [B98]
Portoroz Interzonal Portoroz (21), 1958
1.e4 c5 2.Cf3 d6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 a6 6.Ag5 e6 7.f4 Ae7 8.Df3 h6 9.Ah4 g5 10.fxg5 Cfd7 11.Cxe6 fxe6 12.Dh5+ Rf8 13.Ab5 Th7 14.Dg6 Tf7 15.Dxh6+ Rg8 16.Dg6+ Tg7 17.Dxe6+ Rh8 18.Axd7 Cxd7 19.0–0–0 Ce5 20.Dd5 Ag4 21.Tdf1 Axg5+ 22.Axg5 Dxg5+ 23.Rb1 De7 24.Dd2 Ae6 25.g3 Td8 26.Tf4 Dg5 27.Df2 Rg8 28.Td1 Tf7 29.b3 De7 30.Dd4 Cg6 31.Txf7 Dxf7 32.De3 ½–½
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-21 00:04:28 También vale la pena ver algunas partidas de Tal, que fue el ganador y pasaba por uno de sus mejores momentos con tan solo 22 años
Sacrificio brillante: 17.Axe6
Tal,Mihail - Fuster,Geza [B17]
Portoroz Interzonal Portoroz (9), 1958
1.e4 c6 2.d4 d5 3.Cc3 dxe4 4.Cxe4 Cd7 5.Cf3 Cgf6 6.Cxf6+ Cxf6 7.Ac4 Af5 8.De2 e6 9.Ag5 Ae7 10.0–0–0 h6 11.Ah4 Ce4 12.g4 Ah7 13.Ag3 Cxg3 14.fxg3 Dc7 15.Ce5 Ad6 16.h4 f6 17.Axe6 fxe5 18.dxe5 Ae7 19.Thf1 Tf8 20.Txf8+ Axf8 21.Df3 De7 22.Db3 Tb8 23.Ad7+ Dxd7 24.Txd7 Rxd7 25.Df7+ Ae7 26.e6+ Rd8 27.Dxg7 1–0
Tal juega en forma extraña la India de Rey, desarrollando el caballo por c6 y sacando tardíamente su peón rey. Las negras provocan la expansión de peones en el flanco de rey, sacrifican un peón y ese caballo de c6 salta por todo el tablero hasta terminar en e4. Cuando parece que pasó lo peor para el pobre de Rossetto (una gloria del ajedrez argentino) llega el ataque fulminante de las negras combinando con dama, caballo y alfil
Rossetto,Hector - Tal,Mihail [E66]
Portoroz Interzonal Portoroz (10), 1958
1.c4 Cf6 2.Cf3 g6 3.g3 Ag7 4.Ag2 0–0 5.0–0 d6 6.d4 Cc6 7.Cc3 a6 8.d5 Ca5 9.Dd3 c5 10.e4 e6 11.h3 exd5 12.cxd5 b5 13.Af4 b4 14.Cd1 Te8 15.Te1 c4 16.Dc2 Ta7 17.Ae3 Tae7 18.Cd2 b3 19.axb3 Cxb3 20.Ta4 Cxd5 21.exd5 Af5 22.Dxc4 Cxd2 23.Dxa6 Ce4 24.Db6 Dc8 25.g4 Cc5 26.Ta7 Txa7 27.Dxa7 Cd3 28.Tf1 Ae4 29.Da3 Axg2 30.Rxg2 Dc4 31.Dxd6 Af8 32.Dc6 De4+ 33.Rg1 Ce5 34.Cc3 Cf3+ 35.Rh1 De5 36.Rg2 Ch4+ 37.Rg1 Ad6 38.Td1 Dh2+ 39.Rf1 Txe3 0–1
El huracán Tal va a encadenar su tercer triunfo consecutivo en forma brillante. A partir de la jugada 11 comienza el revoleo, y las negras terminarán con peón de menos y arruinada la estructura de peones, así que el letón sólo tendrá que provocar el final para quedarse con el punto
Tal,Mihail - Benko,Pal C [B34]
Portoroz Interzonal Portoroz (11), 1958
1.e4 c5 2.Cf3 Cc6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 g6 6.Ac4 Da5 7.0–0 Ag7 8.Cb3 Dc7 9.Ag5 0–0 10.f4 b5 11.Axf6 bxc4 12.Cd5 Db8 13.Axg7 Rxg7 14.Cd4 e6 15.Cxc6 dxc6 16.Dd4+ f6 17.Ce3 Db6 18.Dxb6 axb6 19.Cxc4 b5 20.Cd6 e5 21.fxe5 fxe5 22.Txf8 Rxf8 23.Cxc8 Txc8 24.a4 bxa4 25.Txa4 Td8 26.Tc4 Td6 27.Tc5 Te6 28.b4 Re7 29.c4 Rd7 30.Rf2 Te8 31.Re3 Tb8 32.b5 cxb5 33.cxb5 Rd6 34.Td5+ Re6 35.Rd3 Tb7 36.Rc4 Tb8 37.Tc5 Rd6 38.Tc6+ Rd7 39.Rc5 Tf8 40.b6 Tf2 41.Tc7+ Re6 42.b7 Tc2+ 43.Rb6 Tb2+ 44.Ra7 Ta2+ 45.Rb8 Txg2 46.Rc8 Tb2 47.Txh7 Rf6 48.h4 g5 49.hxg5+ Rxg5 50.Tf7 1–0
Tienen casi la misma edad, pero todavía no es el momento del danés, vuelve a perder en forma fulminante jugando su siciliana como le pasó con Fisher
Tal,Mihail - Larsen,Bent [B94]
Portoroz Interzonal Portoroz (15), 1958
1.e4 c5 2.Cf3 d6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 a6 6.Ag5 Cbd7 7.Ac4 Da5 8.Dd2 e6 9.0–0 h6 10.Ah4 Ae7 11.Tad1 Ce5 12.Ab3 g5 13.Ag3 Ad7 14.f4 gxf4 15.Axf4 Ch5 16.Axe5 Dxe5 17.Rh1 Cf6 18.Cf3 Dh5 19.e5 dxe5 20.Ce4 0–0–0 21.Cg3 Dg4 22.Cxe5 Dh4 23.Dc3+ Rb8 24.Cxd7+ 1–0
Una partida espectacular y desequilibrada, llena de golpes y contragolpes
Tal,Mihail - Panno,Oscar [C92]
Portoroz Interzonal Portoroz (17), 1958
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 a6 4.Aa4 Cf6 5.0–0 Ae7 6.Te1 b5 7.Ab3 d6 8.c3 0–0 9.h3 Cd7 10.d4 Cb6 11.Ae3 exd4 12.cxd4 Ca5 13.Ac2 c5 14.e5 dxe5 15.Cxe5 Cbc4 16.Dd3 f5 17.Ab3 f4 18.Ad2 Cxb3 19.Cc6 Cxa1 20.Cxd8 Af5 21.Df3 Taxd8 22.Txe7 Axb1 23.Axf4 Txd4 24.Dg4 Ag6 25.De6+ Af7 26.Df5 Cc2 27.b3 Ag6 28.Txg7+ Rxg7 29.Ah6+ Rxh6 30.Dxf8+ Rg5 31.bxc4 bxc4 32.g3 Ae4 33.h4+ Rg4 34.Rh2 Af5 35.Df6 h6 36.De5 Te4 37.Dg7+ Rf3 38.Dc3+ Ce3 39.Rg1 Ag4 40.fxe3 h5 41.De1 Txe3 42.Df1+ Re4 43.Dxc4+ Rf3 44.Df1+ Re4 45.Dxa6 Rd4 46.Dd6+ Rc4 47.a4 Te1+ 48.Rf2 Te2+ 49.Rf1 Ta2 50.Da6+ Rd4 51.a5 c4 52.Db6+ Rd5 53.a6 Ta1+ 54.Rf2 c3 55.a7 c2 56.Db3+ Rd6 57.Dd3+ 1–0
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-22 14:38:26 He podido ingresar en mi base de datos las 210 partidas de este interzonal, lo que me permitió apreciar cuál era la preferencia en lo que respecta a elección de aperturas en aquéllos tiempos. Por ejemplo, al igual que sucede en la actualidad, cuando se abrió el juego con 1.e4, en su gran mayoría se jugó la Siciliana (43 veces) y la Española (23 veces), pero lo interesante es que cada vez que un juego se inició con 1.e4 e5 la partida fue a parar directamente a la Apertura Española, o sea que no hay ninguna Escocesa, ninguna Apertura de los 4 caballos, Giuocco Piano, Ponziani, etc.
En la Española no se jugó ningún Gambito Marshall, Fisher lo impidió en 3 oportunidades con el Antimarshall 8.h3. Pero en la ronda 18 ante Matanovic Bobby jugó 8.c3 dispuesto a entrar en dicho gambito, pero las negras prefirieron seguir con 8…d6.
Siguiendo con las aperturas de peón rey, cuando no se jugó Siciliana ni Rui Lopez, en 5 oportunidades se jugó la Caro Kann, hubo 2 francesas, 1 Alekhine y 1 Pirc.
Como ya había dicho, Fisher con blancas abrió siempre con 1.e4, y jugó 2 Sicilianas, 7 Españolas y 1 Caro Kann, consiguiendo 3 triunfos y 7 tablas.
Mucho mas se jugó con aperturas de peón dama, en 65 ocasiones se abrió con 1…d4, y está casi equiparado al total de españolas y sicilianas (también hubo 51 partidas donde se abrió el juego con 1.c4). Lo curioso es que sólo en 6 oportunidades a 1.d4 se contestó con 1…d5, lo que significa que la respuesta más generalizada fue 1…Cf6, eligiéndose la mayoría de las veces el enfoque hipermodernista en la elección de aperturas. Se jugaron muchísimas Indias de Rey y poquísimas Grunfeld, sólo 3. Y solamente en 2 oportunidades se jugó en forma directa la Defensa Holandesa.
Fisher con negras 3 veces jugó la Siciliana (con 2 triunfos y un empate), 6 veces la India de Rey (con 1 triunfo, 4 tablas y 1 derrota) y 1 Gambito de dama rehusado, variante Ragozin, donde cayó derrotado.
Como podemos apreciar,el repertorio del quinceañero Fisher era reducido pero bien conocido de seguro para él.
Y en general la elección de los jugadores fue muy clásica y restringida. Sólo Larsen se salió un poco de lo convencional, abriendo el juego en 5 oportunidades con la Apertura Bird (1.f4). Se nota que hubo mucho temor en los jugadores a entrar en caminos rocosos e inseguros
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Alonso Sergio |
Publicado: 2014-04-22 16:40:31 Voy a hacer las últimas reflexiones sobre este gran torneo. En lo que respecta al juego voy a volver con la Apertura Española. En su gran mayoría las negras optaron por la Defensa Morphy (3…a6), pero hubo 4 partidas en que se jugó la variante Berlinesa (3…Cf6), y en 3 de ellas jugaron el famoso final Berlín, que tan de moda está en estos tiempos desde que Kramnik se hizo invencible con negras en su famoso match con Kasparov.
Fisher fue el único que rehusó el final Berlín tratando de dejar las damas sobre el tablero, y veamos lo que pasó
Fischer,Robert James - Neikirkh,Oleg [C67]
Portoroz Interzonal Portoroz (1), 1958
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 Cf6 4.0–0 Cxe4 5.d4 Cd6 6.Axc6 dxc6 7.dxe5 Cf5 8.De2 Cd4 9.Cxd4 Dxd4 10.Cc3 Ag4 11.De3 Dxe3 12.Axe3 Ab4 13.Ce4 Af5 14.c3 Axe4 15.cxb4 a5 16.bxa5 Txa5 ½–½
Esta partida es de la primer ronda, y aquí Fisher seguramente debe haber sufrido la falta de experiencia en un torneo de estas características. Seguramente quiso jugar a ganar con 8.De2, pero no pudo evitar caer en una temprana igualdad, con la obligación de ser él mismo quien sea el que proponga el cambio de las piezas mas poderosas, está claro que si 11.De1 0-0-0 y el negro debe estar mejor.
Vayamos ahora al famoso final Berlín que se va a producir en las otras 3 partidas, y observemos qué distinta era la teoría de aquéllos tiempos. Las negras prefieren desistir de conservar la pareja de alfiles a cambio de desdoblar su peón. Fíjense que en las 3 partidas las movidas son idénticas hasta 14.Af4. Y cabe agregar que tenemos a 2 argentinos obteniendo muy buenos resultados ante jugadores de los más fuertes del torneo
Gligoric,Svetozar - Sanguineti,Raul [C67]
Portoroz Interzonal Portoroz (4), 1958
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 Cf6 4.0–0 Cxe4 5.d4 Cd6 6.Axc6 dxc6 7.dxe5 Cf5 8.Dxd8+ Rxd8 9.Cc3 Re8 10.Ce2 Ae6 11.Cf4 Ad5 12.Cxd5 cxd5 13.g4 Ce7 14.Af4 c5 15.Tad1 Td8 16.c3 Cc6 17.Td2 d4 18.Tfd1 dxc3 19.Txd8+ Cxd8 20.bxc3 Ae7 21.Rg2 f6 22.exf6 Axf6 23.Ce5 Ce6 24.Ag3 h5 25.h3 hxg4 26.hxg4 Axe5 27.Axe5 Tf8 28.Rg3 g5 29.Ab8 Cf4 30.Axf4 Txf4 31.Td5 Tc4 32.Txg5 Txc3+ 33.Rf4 b5 34.Tg8+ Rf7 35.Tb8 a6 36.Tb7+ Rf8 37.g5 Tc2 38.f3 Txa2 39.g6 Tf2 40.Rg4 c4 41.f4 c3 42.Rg5 c2 43.Tc7 b4 44.f5 Tg2+ 45.Rh6 Th2+ 46.Rg5 Tg2+ ½–½
Panno,Oscar - Benko,Pal C [C67]
Portoroz Interzonal Portoroz (9), 1958
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 Cf6 4.0–0 Cxe4 5.d4 Cd6 6.Axc6 dxc6 7.dxe5 Cf5 8.Dxd8+ Rxd8 9.Cc3 Re8 10.Ce2 Ae6 11.Cf4 Ad5 12.Cxd5 cxd5 13.g4 Ce7 14.Af4 Cg6 15.Ag3 Ac5 16.Rg2 Cf8 17.Ce1 g5 18.Cd3 Ce6 19.f4 gxf4 20.Cxf4 Cxf4+ 21.Txf4 Tg8 22.Taf1 Tg7 23.Rf3 Ae7 24.Td1 c6 25.c4 dxc4 26.Txc4 Td8 27.Txd8+ Axd8 28.Rf4 h5 29.gxh5 Tg5 30.Tb4 b6 31.Ta4 a5 32.Td4 Txh5 33.Td6 c5 34.Re4 Ac7 35.Tc6 Rd7 36.Tf6 Re7 37.Rd5 Ad8 38.a4 Re8 39.Tf4 f6 40.Th4 Tg5 41.Re6 1–0
Gligoric,Svetozar - Neikirkh,Oleg [C67]
Portoroz Interzonal Portoroz (17), 1958
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 Cf6 4.0–0 Cxe4 5.d4 Cd6 6.Axc6 dxc6 7.dxe5 Cf5 8.Dxd8+ Rxd8 9.Cc3 Re8 10.Ce2 Ae6 11.Cf4 Ad5 12.Cxd5 cxd5 13.g4 Ce7 14.Af4 c5 15.c3 Cc6 16.Tad1 Td8 17.Tfe1 Ae7 18.Te2 h5 19.g5 Rd7 20.Txd5+ Re6 21.Txd8 Txd8 22.h4 Td5 23.Ag3 Rf5 24.Rg2 Ad8 25.Cd2 b5 26.Ce4 c4 27.e6 f6 28.Cd6+ Rg6 29.f4 fxg5 30.fxg5 Ae7 31.Ce8 b4 32.Tf2 Td8 33.Cc7 bxc3 34.bxc3 Tf8 35.Td2 Td8 36.Cd5 Ac5 37.Af2 Aa3 38.Axa7 Rf5 39.e7 Te8 40.Af2 Rg6 41.Te2 Cxe7 1–0
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